Sobre el jardín de los amores caníbales
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Resumen
Abro la puerta. En la oscuridad del placard reverdece un jardín, y en él, el deseo, como un animal salvaje, habita. Jardines hay muchos y todos los contiene este texto de amores vaporosos. Todos nos vienen a la cabeza ¿a cual?, piensa el vulgar que habita en el realismo sucio de nuestra sombra, el de Hieronymus Bosch, el de Dulce María Loynaz, realista y mágica, en latitudes del trópico cálido, que solo puede fundirse en la imagen de una terma de los Andes, ¿o será de Islandia, visitada en un segundo risueño de la fantasía millennial? Raves, vino hervido, un café en Lisboa, el frío de Quito, todo mezclado, todo vertiginoso. Jardines bucólicos e intoxicados de contemporaneidad, melancólica, eso sí.
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